Detrás de cada poesía que nos conmueve, de cada canción favorita del verano, de cada bocado de delicioso tiramisú, se esconde una reacción bioquímica en la que nuestro cerebro abre o cierra el grifo de las dopaminas para que el cuerpo experimente placer.
“Existen numerosos fármacos y drogas que reproducen los mismos mecanismos cerebrales dopaminérgicos del placer, lo único que falta es eliminar los efectos adversos”, explica Cervera: “Quizá no muy tarde terminaremos teniendo al alcance de la mano una especie de pastilla de la felicidad".
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CTC